Leo el debate que se ha generado sobre los méritos de ganar las distintas competiciones, y llego a los argumentos de nuestro Lucas. Irreprochables. La liga es el trofeo de la regularidad y la Copa de Europa, en tanto son menos partidos, tiene más posibilidad para la sorpresa. Y sin embargo, haré unas consideraciones.
Recordando mi época de estudiante (ayer por la tarde, como quien dice), siempre se generaban debates sobre los estudios que realizaba (o, en algunos casos, perpetraba, jojo) cada uno. Había varias conclusiones que se repetían: existían carreras de mucho esfuerzo y regularidad como Medicina, que no eran estrictamente difíciles (en el sentido de tener asignaturas inalcanzables al entendimiento). Su dificultad estribaba en la constancia necesaria para meterse entre pecho y espalda los cientos de folios de los exámenes teóricos. Nadie iba a no entender el temario de enfermedades infecciosas, eso estaba al alcance de todo el mundo (unos necesitarían dos semanas para absorberlo y otros dos años y varios intentos, pero a la meta se llega), ahora bien, sacrifique usted los sábados de primavera para enfrentarse a semejante mierdón. El mérito devenía, pues, del esfuerzo y la constancia.
Por contra, existían otras carreras donde el temario estudiado puede que no fuese tan extenso, pero entraban en juego factores como la brillantez, el talento o el control de los nervios. Pienso en cosas como algunas Ingenierías, o Físicas, o algo similar. Haber estudiado mucho no te asegura el cinco, incluso puedes pasarte meses revoloteando sobre conceptos y... ¡No acabar entendiéndolos! La dificultad tiene aquí más carácter cualitativo que cuantitativo.
Me parece una buena metáfora para nuestro debate. En mis preferencias estético-morales, yo siempre simpatizaré y valoraré más aquello que, por su propia naturaleza, requiere de algo más que el puro picar piedra. Sin restarle un ápice a esto, que es durísimo (a mí me lo van a contar, siendo alguien más preparado para el segundo tipo de estudios, tuve que vérmelas con el primero). Pero entiendo que haya quien valore más lo otro. Ambos logros, como cualquier logro, son profundamente estimables.
Unas últimas puntualizaciones. Puestos a ser partidarios de las competiciones donde se premia la regularidad, perfilemos un poco la metáfora, Pep, campeón. Es verdad que la liga o la carrera de Medicina son un premio a la regularidad y a la constancia. Es verdad que las ligas las gana el más sólido, se reduce la incertidumbre y por ello gana el mejor. Pero de alguna manera ese pensamiento está dando por hecho que todos parten de una igualdad de oportunidades que es totalmente ficticia. No es lo mismo el estudiante de Medicina que tiene todas las tardes libres, familia rica que le pone todos los profesores particulares que necesita y horarios de estudio a la carta, que el estudiante que va becado con el agua al cuello, tiene una presión de la hostia, problemas personales en casa y trabaja al mismo tiempo de camarero para pagarse el alquiler. Ganar la liga tiene mucho mérito, sí. Pero más con el Atlético que con el Bayern de Múnich. Que le pregunten a Emery.
Otrosí, uno puede aprobar un examen de los del tipo talentoso sin haber estudiado mucho. Un golpe de suerte. Pero sacarte tres ingenierías en cuatro años, llegando al penúltimo curso (semifinales) en las últimas ocho ocasiones que lo intentaste (y algunas de estas últimas tan cerca de culminarse que solo lo impidieron detalles como un larguero en Turín o un penalti a las nubes), igual obliga a perfilar un poco más el relato del mero talento puntual. Igual el término dominación, cuando hablamos de tantas copas de Europa seguidas, dice otra cosa, máxime cuando algunos no pasan de cuartos desde los tiempos en los que yo era estudiante aún. A ningún madridista le reconfortaba el hecho de que, analizando bien, las eliminaciones en octavos durante seis largas temporadas podían explicarse con la suerte. Nos ha jodido.
PD: llegamos a la Final Four contra mi pronóstico. Qué grandes son los nuestros, amigos. Talento, esfuerzo y algo más. Mi Real Madrid