Cuando se supo que Cristiano no jugaría, la conmoción entre el madridismo fue descomunal. Las palabras de los directivos del club se pretendían tranquilizadoras ("Por precaución...","Mejor no arriesgar", "Nada grave"...), pero con ellas sucedía lo mismo que cuando Draghi y sus acólitos afirman que la eurozona no está en peligro y que la UE es fuerte. Uno se pregunta qué clase de peligros nos acechan cuando semejantes personalidades han de resaltar lo obvio.
Ronaldo, sin embargo, no parecía preocupado. Las cámaras lo cazaron con aire confiado ("si hubiera sido una final, jugaría"), y él las miraba, divertido, posando al lado de un canterano y subiendo fotos a las redes sociales. Se esforzaba tanto en encontrar la postura adecuada que por momentos daba la impresión de que pretendía rematar desde el Facebook.
En el campo, mientras tanto, se veía claramente qué extravía el equipo cuando no juega Cristiano. Aparte de los goles, el rival pierde un poco de respeto, como Loki si en Los Vengadores no está Thor. Además, hay una serie de automatismos, que probablemente nacen más de la costumbre que desde la pizarra, que se pierden como lágrimas en la lluvia. Con el Bicho en el césped, Benzemá se siente una suerte de protagonista de las Bucólicas, feliz bajo la parra portuguesa para perseguir sus ovillos felinos. Dicen los expertos que Bale adquiere más libertad, pero viendo su rendimiento se comprende la respuesta de Lenin a Fernando de los Ríos: "Libertad para qué".
La primera parte fue un pestiño tenso, que es peor porque el mojón es el mismo pero las cervicales sufren más. Casemiro siendo fiel a su eslogan ("lo que Casemiro te da, Casemiro te quita"), y los mediocampistas del Madrid incapaces de hilar el juego ante la pareja rival, que tiene nombre de conjunto musical: los Fernandos. El segundo período también comenzó encenagado, y con menos kilates de calidad sobre el terreno con las bajas de Karim y del excelso jugador perfecto de Arguineguín. Jesé entró por el francés y demostró que, si se está quedando calvo, no es por usar mucho el cerebro. El Madrid se desengarrotó poco a poco, a lomos de Kroos y Modric, y rondando por el área pasó de pedir discretamente algún penalti a rematar al larguero y convertir a Hart en héroe. El fallo fue de Pepe, pero no empaña su heroica actuación, que destrozó cientos de titulares guardados en borradores (Ciudadano Kun). Para entonces, el City se había partido como si fuera un puente mal construido, para más inri del ocupante del banquillo celeste. En aquellos minutos en los que el encuentro, y quién sabe si la eliminatoria, estaba cuesta abajo, Zidane refrenó la entrada de Isco y con ella el golpe de audacia. Viendo las sonrisas de los ingleses al pitar el árbitro el final, queda la duda de si tendremos que arrepentirnos.