El Ayuntamiento de Vitoria ha aprobado por unanimidad una propuesta de Sumando Podemos (Sumando Mentiras debería llamarse la candidatura) para limitar las zonas con Wifi en espacio público y eliminarlas completamente en caso de que haya niños. El objetivo de "mejorar la salud de los ciudadanos" no tiene base científica alguna, lo que no ha impedido que TODOS los partidos del ayuntamiento (PP, PSOE, los podemitas, Irabazi, PNV y Bildu: no hay hecho diferencial en terrenos de estupidez y superstición) estén a favor de semejante majadería.
Todas estas corrientes anti-ondas se basan en mentiras y libros conspiranoicos (que arraigan en la abonada tierra del prejuicio del ignorante contra la tecnología; lo artificial ya puede mejorar nuestra calidad de vida exponencialmente, que siempre será sospechoso frente a "lo natural" o "las recetas de la abuela"), entre los que destacan los escritos por gente como Paul Brodeur. Este hombre lleva desde los ¿años setenta? haciendo el ridículo con sus textos antitecnológicos. En su momento protagonizó una campaña contra los hornos microondas alegando una supuesta radiación perniciosa por parte de las ondas del aparato que iba a destruir (sic) la salud de muchísimas personas.
Las radiaciones de alta energía (ionizantes) pueden causar mutaciones debido a su capacidad de romper los enlaces químicos, y por lo tanto pueden provocar cáncer. Pero como sabe cualquiera que haya estudiado Física en el bachillerato, la energía es directamente proporcional a la frecuencia y por lo tanto inversamente proporcional a la longitud de onda (para quien desee más profundidad, que busque un poco quién era Planck y qué investigaba). A menor longitud de onda, mayor frecuencia, y por tanto, mayor es la energía y la capacidad lesiva. Por tanto, la gran longitud de onda que tienen las ondas del microondas las hace inofensivas. Dio igual. Afortunadamente, la comodidad de calentarse un vaso de leche sin encender la hornilla pesó más que la truculencia de las mentiras.
Posteriormente, apoyado por un estudio sesgado, al tal Brodeur le dio por ir contra los cables de alta tensión. Decía que provocaban leucemia, y ese libro tuvo tanto éxito que en América una gran cantidad de atemorizados padres exigió a los colegios que tomaran medidas o cambiarían a sus hijos de centro. No importó que se realizaran estudios que investigaron a decenas de miles de trabajadores de empresas eléctricas en EEUU, Canadá o Francia que no obtuvieran ningún resultado de causalidad, el tipo había emponzoñado y tú difama que algo queda. Se siguieron realizando estudios para demostrar la falsedad de aquello, y el asunto llegó a publicarse en el New England Journal of Medicine (Gamper lo conocerá). Hay estimaciones de que los gobiernos han gastado 25.000 millones de dólares en estudios que apaguen la mecha que tan irresponsablemente encendieron este tipo y sus seguidores.
Cuando el equipo de Manuela Carmena quiso montar una página web de la Verdad (qué orwelliano suena, ¿no es cierto?) se le echaron encima. Puede que algunas mentiras sean inofensivas, pero lo cierto es que otras operan dañinamente en la realidad. No es lo mismo afirmar que Napoleón venció a Wellington que gritar "¡fuego!" en un cine lleno de gente. Ojalá algún día, en lugar de tener un Madrid libre de transgénicos o una Vitoria libre de Wifi, tengamos una España (¡una Europa!) libre de necios.