Su aterrizaje no fue plácido. Desconfianza porque lo trajo Mou, desconfianza porque no era español, desconfianza porque un mediapunta no sabría jugar de volante, desconfianza porque el centro del campo ha de pertenecer a aguerridos musculados. Cuarenta millones, cuarenta, qué barbaridad, con la que está cayendo, da igual que no llegara, pues con el Madrid y con el euro siempre se redondea al alza. Caro no, carísimo, alguien que no era ni mediocentro ni mediapunta sino todo lo contrario. Sobrevalorado y sobreestimado.
No hablaré de sus cualidades futbolísticas. No soy el más adecuado, aquí hay gente mucho más experta. Yo sólo sé que hace lo que quiere con la pelota. Juega en corto, en largo, con el interior y con el exterior, desborda con pase o con regate, carretea, finta o abre el juego, sale de la presión o presiona, solo o con compañeros. Mejora a todos los demás y crece cada vez que la toca. Y cuando llega a las inmediaciones del área, ay, ojalá fuera menos tímido. Ataca y defiende y defiende y ataca.
Modric es, ante todo, un futbolista digno de ese calificativo.