Escribo a la carrera, pues el deber lleva una semana asediando la fortaleza de mi tiempo libre, y apenas tengo tiempo de pestañear. Con el agravante de mi ciclotímica personalidad, que me hace coincidir en demasiadas ocasiones con el herrero que citaba Josep Pla en su quadern gris*, aquel que cuando los múltiples encargos lo agobiaban hasta la saturación, terminaba yéndose a dormir.
Fracasó el Madrid en el Palau, en un partido cuya importancia negativa no reside tanto en el resultado (la ACB aporta más meses de irrelevancia que de lo contrario) como en las sensaciones. El electrónico se puede explicar por la poca presencia en el rebote, por la abulia defensiva (especialmente en el segundo cuarto), el daño del pick & roll..., defectos a pesar de los cuales llegamos a estar sólo tres puntos por debajo en el último cuarto, antes del derrumbe definitivo. Nada de eso importa mucho en comparación con lo fundamental.
Este Madrid ataca fatal. El rendimiento de los bases es paupérrimo. Ni controlamos el tempo, ni aceleramos como en la temporada pasada. Nuestras posesiones son una sucesión de partos sin epidural, donde, a falta de un genial barbudo que tome responsabilidades (la pubalgia unida a una mala pretemporada están lastrando a Rodríguez de forma terrible), la nulidad campa a sus anchas. Perdida la frescura, nuestra defensa está lejos de ser aquella presión incesante que derrochaba agilidad y velocidad contra la vetusta fortaleza física de nuestros rivales. El Madrid no puede ser un sucedáneo de la temporada pasada, como dicen algunos, simple y llanamente porque este equipo no se parece.
Además, la relación de los jugadores con Laso huele raro. Los que recordamos qué sucedió en la etapa de Messina (circunstancias opuestas, pero tensiones similares) no podemos encontrar jubiloso esta suerte de eterno retorno nietzscheano de poca confianza de los gallitos en el entrenador. El club debe tomar cartas en el asunto, y, si no se confiaba en Pablo, debería haber actuado en consecuencia en verano.
El planteamiento de la plantilla pasa por eliminar la identidad del equipo del año pasado y hacer un uso más profundo de un juego interior poderoso, con capacidad de ofrecer variantes. Bourousis y Ayón tendrían mucho que decir si repensamos la idea en este sentido. También Nocioni. Sin embargo, supone un cambio tan radical a las ideas lasistas que quizá no sea posible o, de realizarse, supondrá el cisma definitivo en la relación de respeto entre jugadores y técnico. La otra opción es que Laso se reinvente, y sea capaz de reunir sincréticamente ambas perspectivas. Conseguir que jugadores más pesados y menos rápidos entren en la dinámica de enjambre de avispas del Lasystem 3.0 no es una tarea sencilla. Estaríamos hablando de un genio casi sin precedentes en el baloncesto europeo. Pese a hallarnos en fechas tan señaladas, hace tiempo que dejé de creer en los Reyes. En cualquier caso, se haga lo que se haga, lo que resultaría del todo decepcionante (e injusto con la etapa del vitoriano en el banquillo madridista) es una imprecisa deambulación en tierra de nadie.
Que vuele el balón
*El quadern gris me parece una de las mejores obras de la literatura española, injustamente relegada en las listas más famosas quién sabe si por no estar escrita originalmente en castellano. ¡Pero yo no me olvido, querido Pérez!
perez-oso dijo